Alex Kurzem llegó a Australia en 1949 con tan solo una pequeña maleta color café, pero aturdido por una carga psicológica y emocional que pesaba bastante más.En algún compartimento de su equipaje había escondido secretos de su pasado; fragmentos de una historia que guardó para sí por décadas. En 1997, tras criar a una familia en Melbourne con su pareja australiana, Kurzem finalmente reveló su pasado. Contó cómo a la edad de cinco años fue adoptado por las Fuerzas Especiales de Asalto nazis, las SS, y se convirtió en su “mascota. Su biografía, una de las historias más sorprendentes de la Segunda Guerra Mundial, fue publicada recientemente en un libro titulado “La mascota”. “Me dieron un uniforme, un pequeño rifle y una pequeña pistola”, dijo Kurzem a la BBC. “Y me encargaron pequeñas tareas, como lustrar zapatos, cargar agua o encender el fuego. Pero mi trabajo principal era entretener a los soldados. Hacer que se sintieran un poquito felices”, aclaró. Recuerdos dolorosos Presentado como “el nazi más joven del Reich” en los titulares, Kurzem presenció atrocidades difíciles de reproducir. Muchos años después, Kurzem viajó con su hijo a la aldea donde nació y descubrió su verdadero nombre. Pero sus patrones de la SS jamás descubrieron el detalle más esencial: su pequeña mascota era un niño judío. “No sabían que yo era un niño judío que había escapado a un pelotón de fusilamiento. Pensaron que era un huérfano ruso”, explicó. Su historia comienza cuando comienzan sus recuerdos en la infancia: en un pueblo de Bielorrusia el 20 de octubre de 1941, el día en que el país fue invadido por Alemania. “Recuerdo que el ejército alemán invadió el pueblo y alineó a todos los hombres en la plaza y los mató. Mi madre me dijo que mi padre había muerto y que todos seríamos asesinados”. “No quería morir, y por eso en medio de la noche intenté escapar. Besé a mi madre y le dije adiós, y corrí hacia la colina en las afueras del pueblo, hasta el amanecer”. Ese día su familia murió masacrada; cayeron su madre, su padre, y su hermana. “Quedé muy traumado. Recuerdo que me mordía la mano para no llorar a los gritos, porque de hacerlo me hubieran descubierto en el bosque. No recuerdo exactamente qué fue lo que ocurrió. Probablemente me desmayé un par de veces. Fue terrible”. “Cuando acabaron los disparos no sabía adónde ir, y me quedé en el bosque, porque no podía regresar. Fui el único superviviente. Tenía cinco o seis años”. “En el bosque nadie me quiso. Tocaba la puerta de la gente y me daban trozos de pan, pero pedían que me marchara. Nadie me acogió”. Sobrevivió robándole la ropa a los cadáveres de los soldados. Luego de pasar unos nueve meses en el bosque, un lugareño lo entregó a la policía lituana, que luego fue incorporada a la SS nazi. Identidad falsa Ese mismo día estaban alineando a la gente para ejecutarla, y Kurzem creyó que le había llegado la hora. “Había un soldado cerca de mí y le dije: ‘Antes de matarme, ¿no me daría un pedazo de pan?’. Me miró y me llevó al fondo de la escuela. Me examinó y comprobó que era judío. ‘Esto es malo, esto es malo’, dijo. ‘Mira, no quiero matarte, pero no puedo dejarte aquí porque morirás”. “Te llevaré conmigo, te daré un nuevo nombre; diles a los demás que eres un huérfano ruso”. Ni siquiera ahora sabe Kurzem porqué el sargento Jekabs Kulis le tuvo lástima. Cualesquiera hayan sido sus motivos, lo cierto es que un factor que ayudó a Kurzem -y a su nuevo amigo- fue su pinta de ario. Juntos mantuvieron el secreto. Chocolate “A cada rato debía recordarme a mí mismo que no podía bajar la guardia, porque si alguien llegaba a descubrirme, era mi sentencia de muerte. Temía que los rusos me dispararan y que los alemanes descubrieran que era judío. No podía confiar en nadie”, dijo. El joven Alex presenció las batallas en el frente ruso y fue utilizado por la SS para atraer a los judíos a su propia muerte. En los alrededores de los vagones de carga que los transportarían a los campos de concentración, ofreció barras de chocolate a los judíos para que se subieran al tren. Luego, en 1944, cuando los nazis comenzaron a vislumbrar su derrota inminente, el comandante de la SS lo mandó a vivir con una familia lituana. En el circo Cinco años después se las arreglaba para llegar a Australia. Durante un tiempo trabajó en un circo y luego reparó equipos de televisión en Melbourne. Pero durante todo ese tiempo mantuvo en secreto su pasado; no le contó siquiera a su esposa, Patricia. “Cuando salí de Europa me dije ‘olvídate de tu pasado. Vas a un nuevo país y comienzas una nueva vida. Desenchúfate y no mires más hacia atrás'”. “De alguna forma lo conseguí. A la gente le decía que había perdido a mis padres en la guerra, pero nunca di detalles. Guardé el secreto y nunca le conté a nadie”. Recién en 1997 le contó a su familia, y junto con su hijo, Mark, comenzó a investigar su pasado. Al visitar la aldea en la que nació, Kurzem descubrió que su verdadero nombre era Ilya Galperin, e incluso halló una película en un archivo lituano donde se lo puede ver luciendo todas las galas de la SS.