Así lo ha determinado los científicos que desarrollan el proyecto ‘Conservación de praderas submarinas’, patrocinado por la Fundación BBVA y en la que participan el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Imedea) y diversas universidades internacionales. Este estudio, ha mostrado la vulnerabilidad de las praderas marinas, en especial la posidonia, a las prácticas locales, como el turismo o la pesca, y a motivos globales como el calentamiento del planeta. Esto supone que las pradera marinas desaparecen a un ritmo de un 1 y un 2 por ciento al año, índice que asciende al 5 por ciento en el mar Mediterráneo, en el cual Baleares contiene el 5 por ciento de la posidonia existente. Así, en Formentera se ha encontrado este ejemplar de 8 kilómetros de largo, que tiene más de 100.000 años de edad y está situada en Illestas Es Pujols, además de que entre la isla e Ibiza se encuentra la pradera continúa más grande de posidonia del Mediterráneo, con una superficie de unos 700 kilómetros cuadrados. La existencia de estas praderas se ha podido determinar mediante marcadores genéticos, así como otros de un kilómetro de longitud que se han localizado en Campello (Alicante), Chipre (Grecia) y Sicilia (Italia). Además, el proyecto, que ha reunido a unos 25 investigadores en la estación científica del Faro de Ses Salines (Mallorca) en mayo, ha determinado el importante papel que juegan las praderas marinas, en la conservación de los ecosistemas (contienen hasta 400 especies de organismos vivos) y la regeneración de playas, entre otras cosas. Son praderas que crecen hasta 40 metros de profundidad en el mar y se caracterizan por ser las plantas más longevas del planeta, por lo que algunas tienen más de 100.000 años de antigüedad, un aspecto que dificulta su regeneración porque requiere de tiempo para crecer. Por ello, Duarte alertó sobre el ritmo vertiginoso al que están desapareciendo, no sólo por el turismo sino por otros aspectos como los vertidos al mar o la construcción en la costa y el calentamiento global. Aun así, Duarte opinó que la posidonia no desaparecerá, ya que hay grandes extensiones marinas (unos 50.000 kilómetros cuadrados en el Mediterráneo), pero que sí se está extinguiendo de zonas concretas, lo que afecta muchísimo a los ecosistemas, por lo que es necesaria una ‘política integrada’ y a largo plazo para evitar que se dañe la población existente.