Es la primera vez que las autoridades permiten que se identifique oficialmente el lugar, situado a apenas 200 metros del monumento en honor a las víctimas del Holocausto. Uno de los motivos para no darlo a conocer ha sido el temor a que simpatizantes neonazis quieran reunirse periódicamente en el sitio de la muerte de su Führer. Pero una asociación que organiza visitas guiadas a la red de refugios subterráneos de Berlín planteó que era necesario desmitificar el lugar. Para hacerlo, han colocado allí un mapa del búnker, con fotos de archivo y una cronología, en alemán e inglés. Numerosas “leyendas urbanas” han surgido en torno a los últimos meses del líder alemán y a su fortificado escondite. Una de ellas afirmaba que el búnker tenía doce plantas y un pasadizo subterráneo, que Hitler empleaba para cruzar la ciudad en secreto. Nuestros visitantes han escuchado basura. Todavía se mantienen los mitos sobre una autopista subterránea que conducía al aeropuerto de Tempelhof. Construido en 1935, sus fortificados muros de 4,20 metros de espesor albergaban varias salas que, ni de lejos, alcanzaban la monumentalidad que las historias al respecto le achacaban. Y si quedaba algún tipo de lujo en sus habitaciones, dos años después del fin de la guerra, en diciembre de 1947, las tropas soviéticas volaron gran parte de su interior. Medio siglo después, sobre esas ruinas subterráneas yace un poste: para unos de la discordia, para otros parte de la Historia. La placa, a pesar de quedar oculta entre un parque infantil y un bloque de apartamentos, ha despertado un gran debate. Un ex guardaespalda de Hitler, Rochus Misch, quien ahora tiene 88 años de edad, asistió a la inauguración de la placa. “Durante los últimos 12 días de la guerra, estuve ahí debajo todo el tiempo, con Hitler y con los demás guardaespaldas “, señaló. Misch, quien era sargento de las SS, le dijo a AP antes de la inauguración que “la Historia puede ser buena o mala, pero incluso cuando se trate de un demonio, la gente tiene que ser informada de la Historia”.