El multimillonario Charles Simonyi, se convirtió este sábado en la quinta persona en viajar al espacio sólo por “placer”. El húngaro-estadounidense de 58 años, despegó desde Kasajstán a las 17:31 GMT, a bordo de la nave rusa Soyuz. Simonyi, un ingeniero de sistemas, fue uno de los fundadores de Microsoft y estuvo a cargo del desarrollo de aplicaciones como Word y Excel. Ahora posee su propia compañía de fabricación de programas para computador. Su paseo por el que pagó US$20 millones, lo convierte en el ser humano número 450 en ingresar a la órbita terrestre, en el quinto turista espacial, y según sus propias palabras, en el primer “nerd” en el espacio. Simonyi viaja hacia la Estación Espacial Internacional junto a dos cosmonautas rusos, tras haber realizado una exigente preparación de seis meses en el Centro de Entrenamiento Espacial Yuri Gagarín, en Rusia, y en el Cosmódromo de Baikonur en Kasajstán. Despedida Varios familiares y amigos de Simonyi viajaron hacia la nación asiática para dar la despedida al multimillonario antes de su viaje estelar. Entre ellos se encontraba la estrella de televisión de Estados Unidos, Martha Stewart, amiga personal de Simonyi. Sin embargo no pudo darle ni un sólo beso de despedida ya que los cosmonautas no puedn tomar contacto directo con sus familiares y amigos, sino a través de un cristal. “Hay dos razones para esto”, explicó Simonyi a la BBC, “la razón práctica es que no haya posibilidad de contagio de enfermedades a través de gérmenes y la otra es quizás mayormente psicológica. Uno se concentra mejor ante la prueba que tiene por delante”. Orinó por tradición Antes de partir, el turista espacial siguió al pie de la letra una serie de ritos y tradiciones que se remontan al primer hombre en viajar al espacio: Yuri Gagarín. Uno de estos ritos fue detener el autobús en medio del camino hacia la plataforma de lanzamiento, en el mismo lugar que lo hizo Gagarín, para orinar por última vez… y en la rueda del vehículo. Simonyi también puso su autógrafo con un marcador en la puerta de la habitación donde durmió la última noche y escuchó una canción de rock soviético llamada “El césped de mi jardín”, que evoca la Tierra vista desde una nave espacial. Junto a los otros compañeros de viaje, vio una vieja película soviética llamada “El blanco sol del desierto”, una especie de sátira de los “westerns” pero ambientada en la guerra civil rusa de inicios del siglo pasado. Todos estos ritos han sido cumplidos por los cosmonautas rusos por más de 45 años, y esta tripulación no fue la excepción. Entrenamiento Uno poco más exigente que estos ritos, fueron los exigentes entrenamientos y exámenes médicos a los que se someten los cosmonautas rusos para viajar al espacio que Simonyi también tuvo que seguir. Todos estos seis meses de pruebas tienen como fin los ocho minutos agotadores que dura el despegue de la atmósfera hacia la órbita espacial. Una vez en la Estación Espacial Internacional, Simonyi ocupará su tiempo con algunos experimentos científicos, pero su mayor trabajo -dijo- será no convertirse en una carga para los cosmonautas profesionales. “Mi mayor tarea es cuidar de mí mismo y de mi traje espacial. Yo debo ponerme los guantes, cerrar y abrir el visor y manipular la válvula para revisar la presión del traje”. Simonyi llevará consigo a manera de amuleto “un fragmento de cinta de papel que usaban los viejos computadores soviéticos Ural-2 en los que aprendí programación en 1964”. Será de algún modo como volver a recordar los primeros pasos en la profesión que, luego, en suelo estadounidense y con otras computadoras, le dieron el dinero suficiente para pagarse algunos placeres terrestres y otros orbitales. Fuente: BBC