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Los jefes obvio aún no lo comprenden pero si usted quiere sentirse mejor y rendir en su trabajo esta es la solución. Se cree que dormir máximo 30 minutos, después de la hora de comida, permite aumentar la concentración, rendimiento e incluso creatividad de los trabajadores. España, Alemania y Estados Unidos han adoptado esta estrategia en sus planes de trabajo.

¿No le gustaría poder dormir un poquito después de comer? Sin embargo, el ritmo tan ajetreado de vida actual, basado en más de ocho horas dentro de una oficina, hace este gusto casi imposible. Pero ojo, esto no es por puro placer, esta es una “necesidad” general que tiene una buena explicación.

Después de comer, la temperatura del cuerpo desciende y comienza a producir sustancias soporíferas que se encuentran de forma natural en el organismo y que provocan la sensación de sueño en las primeras horas de la tarde. En inglés, este síndrome es conocido como Post-lunch dip.

Ha quedado atrás el prejuicio que dicta que las personas que dormían después de comer son personas irresponsables o flojas, ya que algunos estudios internacionales han demostrado que esto no pone en riesgo la productividad de los empleados. De hecho los trabajadores somnolientos representan pérdidas de 18 mil millones de dólares al año, lo cual se reveló en una investigación de la Fundación Nacional de Sueño (en Washington).

Lo ideal es reposar entre 10 y 30 minutos debido a que en este lapso puede alcanzarse un sueño liviano y regenerativo. Además, los especialistas recomiendan que sea entre la una y las cuatro de la tarde. Es importante resaltar que no se debe exceder el tiempo, porque de lo contrario se presenta un fenómeno llamado “inercia del sueño” que implica mayores dificultades para despertar (descanso profundo) e integrarse a las tareas diarias.

Beneficios

Esta pausa dentro de las actividades cotidianas permite aumentar la capacidad física e intelectual, relajar los músculos y la mente. Además de su efecto reparador, la siesta refuerza el sistema inmunológico, favorece un tipo de sueño pesado (de ondas de baja frecuencia) durante el que se segregan hormonas que renuevan los tejidos y fortalecen el sistema inmune.

El escritor James Maas, en su libro: El poder del sueño, sostiene que esta práctica “mejora la memoria, el estado de alerta, el humor, los niveles de comunicación y de juicio y hasta la seguridad laboral”.

Por su parte, un estudio demostró recientemente que quienes duermen una siesta, por lo menos tres veces a la semana durante media hora, tienen un 37% menos de posibilidades de sufrir ataques al corazón u otros problemas cardiacos.

Lo anterior se debe a que el sueño reduce el estrés de quienes viven largas jornadas laborales; de esta forma, el análisis asegura que “la persona que no tiene tiempo para dormir la siesta es probablemente alguien que está bajo fuerte presión y eso podría aumentar el peligro de un ataque al corazón”.

La iniciativa tiene buena aceptación

Concientes de las ventajas de dormir un poco durante la jornada laboral, algunas empresas, principalmente europeas y estadounidenses, han impulsado una política que permite a sus trabajadores ausentarse unos minutos de su estación para descansar.

La actitud de las compañías que estimulan esta práctica en horarios de trabajo hasta ahora se limita a grandes industrias como la del transporte, las firmas jurídicas, las de alta tecnología y otras donde la producción es constante.

Destaca el caso de un importante corporativo especializado en Internet que desde hace meses instaló en sus oficinas cabinas especiales (llamadas en inglés nap pods) en donde los empleados encuentran un ambiente completamente aislado de la luz y el sonido, desconectándose un poco de la tensión diaria.

Un dato curioso es que Leonardo Da Vinci y Thomas Edison dormían una siesta todos los días; Brahms descansaba encima de su piano mientras componía la canción de cuna; Napoleón dormía en medio de batallas y entre los soldados de Vietcong, la siesta era más que una orden.

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